Hace unos pocos años, un buen amigo gaditano me intentaba explicar lo que era la esencia del Carnaval. Era difícil que a uno como yo, que ha nacido acunado por la brisa de roble y castaño de Sierra Nevada, y no por el aire salado de La Caleta llegase a captarlo. Entonces este buen amigo optó por lo contrario, es decir, por mostrarme lo que no era la esencia del carnaval.
Me contaba que el carnaval de cai no es el concurso del Falla ni la hoguera de vanidades que representa. Tampoco la esencia del carnaval era el inmenso botellón en la Plaza de San Antonio, como tampoco lo era el dormitorio improvisado en el Parque Genovés, ni tampoco el mogollón en la puerta de las peñas.
Al bueno de Antonio le costó tela que yo llegara a entenderlo. Tanto como paradas hay entre el Palillero y la plaza la Mina, en las que cruzábamos caldos de la zona de Sanúcar en busca de mi iluminación definitiva en artes carnavalescas caleteras. Al final, entre el paseo, la jumera, y la insistencia del bueno de Antonio creo que llegué a compreder: AHHHHHH, el carnaval es LA CALLE, osea algo parecido a esto:
Por cierto, que en todos lados cuecen habas ¿que no?
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