El diccionario define extravagante, como lo que se hace o dice fuera del orden o común modo de obrar, raro, extraño, desacostumbrado, excesivamente peculiar u original.
Si algo tiene el mundo cofrade (no se si bueno o si malo), es la cercanía a lo ordinario; el reconocimiento de unos cánones a los que lo cofrade se ciñe sin rubor, algunas veces de manera recalcitrante.
No es que defienda la ausencia de extravagancias, es más, me parece que algunas veces hay que abrir la ventana de las ideas para que entre un soplo de aire fresco, pero en un mundillo tan quisquilloso como este, hay que hacerlo con cierta mesura pero con la firmeza del que sabe lo que hace, y si la brisa refresca más de la cuenta, a otro cosa mariposa.
Las ráfagas de aire fresco vienen por modas. Por oleadas. Hubo un tiempo en que la costalería le daba candela a los pasos y veíamos palios haciendo picaito, cambios imposibles en misterios y crucificados temblorosos ante los poderosos izquierdazos que se les perpetraban.
La flor también tuvo su época dorada de la extravagancia, cuando nos empeñábamos en pinchar larguísimas varas de gladiolo desde la lontananza, y podíamos ver pasos que parecían salidos del documental del National Geographic en el que los zulues saeteaban con saña el cuerpo de una leona.
De los vestidores ni hablamos, que esa bocanada ha sido tan reciente que aún va dando coletazos. Hemos visto tocados imposibles que envuelven a nuestras dolorosas en un aire más propio de un escaparate del Zacatín, que del obligado culto que debe ser propio de Ellas. De esto ya dio buena cuenta el Monaguillo en su blog no hace mucho.
Cuento todo esto porque parece que ahora le toca a la música. Escudriñando en Youtube sobre el Mega Macro Congreso de la Muerte que se ha celebrado este puente, resulta que ahora lo que pega fuerte es la cornetería haciendo filigranas acústicas con toda suerte de composiciones.
No está mal que se hagan probaturas, pero por favor, con orden. Los magníficos discos de Virgen de los Reyes con villancicos o canciones infantiles se completan con el dominio melódico de Cigarreras en algunas marchas de ordinaria, o la genialidad de Salvador Távora para encajar la cornetería Trianera en su performance de Carmen. Pero hasta ahí... lo demás con mesura, com mucha mesura por favor.
Los hay que saben dosificarse, como mi buen amigo Willy, que tuvo su momento de extravagacia con la versión de Granada para cornetas y tambores, y que dosifica con cuenta gotas en la interpretación para que nadie confunda la esencia de la banda que dirige, que no es otra que la de tocar tras de un paso.
Pero no es lo común. Lo común es que se han desatado por doquier las versiones de todo tipo, y si son de los más frívolo, mucho mejor. Busquen, busquen en Youtube, que podrán encontrar versiones de Entre dos aguas que se dejaron el compás ahí mismo, en la orillita del mar, el rebalaje que dicen los de La Herradura. Carminas Buranas en la que el solista se esfuerza, y a fe que lo consigue, en cubrir a todo un coro de voces blancas con solo una corneta. Niños coloraos con las venas del cuello hinchadas y los ojos desencajados, mandando al carajo la melodía con tal de sonar más que la corneta. Versiones de bandas sonoras cinematográficas que pueden competir con el atasco que hubo el lunes en Puerta Real. Y la que me faltaba (eso para más INRI tras un paso): la agrupación que se detiene, y sacan de no se donde un cajón flamenco (instrumento por cierto, de origen afroperuano) para dar compás a la marcha por bulerías que interpretan.
Ya no es infrecuente escuchar a la puerta de nuestros templos cuando esperamos la salida de una hermandad, la llegada de la banda de turno tocando alegremente Que la detengan (que los detengan a ellos, por favor, y que tiren la llave al río) o Bulería bulería (callate un poquito, alma mía). A este paso, pronto caerán en el respertorio Sex Machine, de James Brown o la Puta de la cabra, que aquí cabe todo. Si al final lo de Felipe Campuzano en la Silla del Moro va a resultar que no era tan raro...
Pensé que nunca diría esto, pero madre mía, como echo de menos cuando la Banda de la Estrella venía por el Paseo de los Tristes hasta San Pedro tocando el Patio de mi casa o el Puente sobre el río Kwai.
Y es que, como canturreaba mi abuelo: Manolete, Manolete, si no sabes torear por qué te metes ...
NOTA DEL AUTOR: No cuelgo vídeos ni fotos por no herir susceptibilidades, busquen por la red, que no es difícil encontrar cositas y asombrarse con lo que hay...
1 comentario:
A ti lo que te ha gustado ha sido el homnaje a Michael Jackson, ejecutado por las Cigarreras... no??
Un abrazo, y extravagancias, las hay. Lo malo es los "Extravagos"... eso si que es malo... y mas debajo de un paso... a poder ser, de palio...
Publicar un comentario