jueves, 28 de noviembre de 2013

Siempre estás allí

Bueno, vale, de acuerdo. Tenéis razón los que me conocéis: llevo unos meses en los que me dejo arrastrar una y otra vez por los recuerdos de los 80. Para mí una buena época de mi vida por millones de motivos, entre los cuales, uno de los que más peso tiene, es que pasé mi adolescencia y primera juventud, y con ello, la forja de mi personalidad.


Zapeando hace unos días, me topé con una película-documental sobre uno de mis grupos de cabecera de aquellos años y, escuchando de fondo sus canciones, evoqué recuerdos de situaciones y personas que calaron hondo en mí y con ellos, una profunda reflexión sobre el sentido y significado de la amistad verdadera.

Claro que con ese grupo, esos años, y este dichoso mes, que empieza con los Santos y acaba en San Andrés, no podía sino rememorar los momentos pasados con un amigo de los de verdad, y con un relato corto que compuso, que acabó ganando un concurso literario que tenía el mismo título que este post.

Hace ya años que no nos vemos. Sé de él por lo que veo en las redes sociales, por lo que me cuenta su hermano con el que me cruzo con cierta frecuencia, por lo que me dicen conocidos comunes a los que cada vez veo menos. Probablemente no coincidimos casi nunca porque nuestras vidas siguen caminos muy divergentes, y me alegro mucho, porque mi amigo ha cumplido los sueños que siempre tuvo: vivir en torno a la docencia de lenguas bárbaras y a la música de bárbaros rockeros.

De alguna manera, aquel relato iba de los sueños de un adolescente que de repente se tornan en realidad. Amigo mío, aunque seguramente no leas este blog, no sabes lo mucho que me alegro de que en cierta forma, parte de aquel relato que escribiste, cuyo premio algunos celebramos como nuestro, se haya hecho realidad. Aún recuerdo como hojeábamos en tu casa las maravillosas imágenes del Cosmos de Carl Sagan que fue botín de aquella batalla.
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Pero lo verdaderamente importante es que, como aquella vez que necesité un testigo para mi boda o cuando necesitaba tener cerca un hombro en que llorar la pérdida de un ser querido, estuviste conmigo y sé que a poco que levante un dedo pidiendo tu ayuda, estarás. Ese es probablemente el sentido de la palabra amistad, y esas son las cosas que valoro de mi existencia. Aunque no nos veamos ni en foto, yo sé que siempre estás allí.



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