Hay gente pa tó. Gente inteligente, gente culta, buena gente y gente buena. Pero hoy quiero hablar de la gente de principios.
Dice el diccionario de la RAE de "principio" en su sexta acepción (indicando uso masculino plural, para más señas) que es la
"Norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta". Es decir que entiendo pues por gente de principios, aquellas personas que se rigen de manera inquebrantable por una norma o idea fundamental. Que no se rajan, dicho en Román Paladino.
Hete aquí un joven artista, que a los 10 años desde su Huétor Tájar empezó a arrancar su cante por festivales primero, en la compañía Zárate después, para llegar a la Platería ya en edad universitaria.
Resulta que creció como persona y como artista, y ha llegado (estando aún lejos de los treinta) a tener uno de los más prestigiosos premios del orbe flamenco, la "Lámpara Minera" de la Unión emulando a su maestro,Manuel Ávila (son los dos únicos granadinos que lo han ganado). A este galardón hay que sumar toda una trayectoria en la que ha compartido cartel con grandes del cante como Fosforito, Juanito Valderrama, Chano Lobato, Luis el Zambo, Miguel Poveda, Marina Heredia, Rancapinos... ha cantado por Lorca... ha musicado la obra del británico Robin Tottem, ha trabajado en radio y televisión junto a Juan Ramón Lucas, 'La ventana', junto a Gemma Nierga, Juanjo Millás y Pau Donés, ha impartido conferencias sobre flamenco...
Bueno vale de acuerdo... un artista con un éxito y reconocimiento notables, ¿y que tiene que ver esto con la Cuadrilla de la Ilusión? Pues tiene, y mucho.
Hace ya unos años, a la salida de la hermandad se acercaba al capataz un muchacho joven, envuelto en un impecable traje gris con ese elegante brillo de la alpaca, pañuelo al cuello y pelo cuidadosamente peinado en suaves ondas engominadas perfectamente paralelas unas con otras, se acercaba al capataz para con un susurro y una sonrisa tímida, muy tímida, preguntarle en tono amable donde era mejor que le cantara a la Señora.
Y así cada año, con la misma timidez, con la misma corrección. Casi parece que lo pide por favor: “déjeme usted cantarle”. Cada año sin fallar.
Hasta que el joven se hizo uno de los grandes del cante, llegando a un mundo donde abundan los aduladores, los gorrones y los que pegan codazos por salir en la foto, junto al maestro. Y en medio de la nube de la fama y el reconocimiento, lo único que cambió fue cantar a pie de calle por cantar desde un balcón. La Saeta, el cante donde el cantaor tiene poco que ganar y todo que perder. El más difícil todavía, una proeza técnica del cante ejecutada en el peor entorno posible: un capataz impaciente, un diputado a contrarreloj, la madre que sisea, el niño que come pipas, el turiferario soltando humo...
Pero ahí sigue, sin huir a entornos ni hermandades más mediáticos. Sigue en su balcón de Navas cada año, y cada año crece su talla como artista, y cada año está allí. Muchas gracias Juan Pinilla. Muchas gracias por seguir teniendo ese tono amable y ese puntito tímido en tu forma de hablar en las distancias cortas, muchas gracias por dejarme darte el abrazo que toda la hermandad, uno por uno, quisiera darte cuando bajas de cantar, pero sobre todo, muchas gracias por ser “gente de principios”.
NOTA: Juan Pinilla fue homenajeado por la Junta de Gobierno de la Hermandad el 17 de junio de 2009, en una comida celebrada en la Hospedería de las Comendadoras de Santiago, donde se le obsequió con un azulejo de María Santísima de las Maravillas obra de Rafael Reina